"...La mayoría de las gaviotas no se molesta en aprender sino las normas de vuelo más elementales: como ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar..." Para leer el libro completo, haz clic aquí

domingo, 10 de octubre de 2010

Estudiando el Mal Humor

El malhumor es un malestar crónico, producto de una alteración de la química cerebral. Según los expertos, se saben los motivos anatómicos y fisiológicos que lo generan y dicen que hay tratamientos para combatirlo.

Tiene un no para cada sí y un pesimismo para cada ilusión. Anda por la vida con la cara larga, las lentes grises y el enojo al día. Es el clásico malhumorado "crónico", al que alguna vez se lo llamó chinchudo o alunado y hoy se destaca entre sus pares por amargo o mala onda. El personaje existe desde siempre. Lo novedoso es que ese rasgo que jamás tuvo más peso ni respaldo que los comentarios populares, está empezando a sonar en los consultorios médicos y en ámbitos científicos: hoy, el malhumor se está alejando de la mera reacción para acercarse a un padecimiento con fundamento orgánico, más cercano a la depresión que al mal carácter.

"El malhumor, cuando se prolonga en el tiempo, se vuelve un padecimiento muy complejo. Deja de ser una simple reacción superflua ante un hecho puntual para convertirse en un malestar crónico que afecta la vida de quien lo padece en varios sentidos: le impide disfrutar de cualquier situación agradable o estímulo placentero, afecta su salud y deteriora sus relaciones interpersonales. El malhumor, en Argentina, se está volviendo una epidemia invisible. Lo vemos en la calle y en los consultorios: cada vez vienen más pacientes con este problema", Hoy se conocen los motivos anatómicos y fisiológicos que lo generan y hay tratamientos muy eficaces.

Al hablar de las causas del malhumor, los médicos ya no se refieren al desempleo, la crisis o el corte de ruta número mil. No cabe duda de que estos disparadores empeoran las cosas, pero los especialistas están pensando en otros motivos: "Es un padecimiento que debe estudiarse en distintos planos, porque tiene causas y consecuencias a nivel psicológico, neuroquímico, endocrino e inmunológico. Tiene que ver con un funcionamiento particular del cerebro y con un déficit hormonal.

El malhumor es producto de una alteración de la química cerebral que repercute en el carácter. Para ser más claros: a quien lo sufre le falta combustible para tener buen humor. Al recibir un caso así, la primera hipótesis de trabajo que sobreviene es en el campo de las depresiones. En los adultos, se piensa en una distimia, que es una depresión crónica, que no tiene episodios graves pero es prolongada y genera un gran sufrimiento.


Una de las características principales de quienes sufren este problema es su incapacidad de obtener placer (anhedonia). Pero la cosa no acaba ahí, porque muy pronto la "víctima" convierte a su entorno en victimario: quien desparrama malestar contamina el ambiente y la gente empieza a alejarse. El malhumorado se termina quedando solo, porque nadie quiere contagiarse el bajón. Además, porque nunca se sabe cómo va a reaccionar; su temperamento se torna irascible y agresivo y genera peleas y discusiones constantes.

Científicamente, el mejor sinónimo de malhumor es lo que conocemos como disforia, un trastorno del ánimo caracterizado por un estado recurrente de insatisfacción, ansiedad, irritabilidad e inquietud". Estas emociones están ligadas a un neurotransmisor llamado dopamina, asociado a la gratificación y la saciedad.


Desde el punto de vista químico, el placer depende de dos sustancias (la dopamina y las endorfinas), cuyos niveles son bajos en las personas que tienen malhumor. No puede haber goce cuando no fluyen en determinadas dosis en el cerebro. Asimismo, hay un zona llamada amígdala, asociada a las emociones negativas, que debe estar en calma para que haya placer.


Desde el punto de vista psicoanalítico, un malhumorado es alguien que no responde según sus ganas; no está en contacto con su deseo y vive en estado de frustración. Además, vive en un espacio de agresión constante. Siempre se siente atacado o agredido, por lo cual se encierra y se pone a la defensiva. El problema es que así como el humor contacta y socializa, el malhumor corta el lazo, aísla. Y quien no tiene humor no puede recibirlo. Y es una pena: el humor permite satirizar situaciones duras. Es un condimento esencial para vivir mejor

Algunos signos para detectar el problema


Yo he vivido como alguien que nunca comió sal", comentó un paciente al psiquiatra. Y hubo otro que describió su malestar sin anestesia: "¿Vio ese tango que dice de chiquilín te miraba de afuera? Bueno, yo soy ése, alguien que siempre vio, desde afuera, cómo los demás la pasaban bien. Nunca pude entrar". No hubo más que decir. El diagnóstico estaba echado. "Hay una clave para entender a un malhumorado: la frustración, que es una especie de resorte interno que va tensando todas las cosas", "Otros signos son la insatisfacción y la inseguridad, sentimientos que disparan la decepción, el reproche, la hostilidad". Convivir con alguien así es cualquier cosa menos fácil. "Y hasta puede ser de pesadilla", "Un mufado le arruina el día a cualquiera; la pasa mal él y les complica la vida a los demás". Aun así, los especialistas recomiendan entender que este malestar no es del orden de la voluntad. "Para acompañar y contener a alguien así hay que tener un equilibrio muy particular. Lo fundamental es comprender que no sirve insistir con que esa persona se ponga bien, porque eso genera más frustración".


La ayuda puede venir de dos campos diferentes:
- Una es la ayuda profesional: Cuando las emociones llegan a descontrolarse de tal manera que terminan ligadas a la depresion, o a la violencia, conviene recibir ayuda psicológica, estos tratamientos van de la mano de drogas que ayudan a compensar y normalizar la función hormonal del cerebro para que nos permita volver a disfrutar de la vida como cualquier persona normal.
- La otra, son las terapias alternativas, que por supuesto son mas naturales y recomendamos con mas énfasis: 
La meditación es el equilibrante emocional por excelencia. Está demostrado que la práctica diaria de la meditación ayuda a activar positivamente la zona del cerebro que regula las emociones y estimula la producción de dopamina, "la hormona del buen humor". Otras prácticas puede ser alimentar la inspiración, a través de música relajante, buenas lecturas, pintura, o algun hobby que nos distienda. También la aromaterapia y flores de Bach son una ayuda natural y efectiva contra el desequilibrio emocional.


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