Cuentan que llegaron una vez, un matrimonio con su pequeño hijo, a la casa de un Maestro.
El niño era ciego de nacimiento y tenía desviado un ojo; el Maestro era conocido por su sabiduría y, sobre todo, por sus milagros.
Los padres le ruegan al Maestro que ayude al niñito, y el Sabio, sin mucho protocolo, hizo unos pases con sus manos sobre el rostro del pequeño y exclamó: "Listo".
El niño se volteó hacia sus padres y comenzó a gritar: "¡Puedo ver, puedo ver!¡Los veo, los veo!"
Los padres se miraron enmudecidos, luego la madre se dirige al Maestro diciendo:
"¿Podría también enderezarle el ojito asi se ve mas bonito?"
Moraleja: La ignorancia no se cura con milagros.
Anonimo
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