Mi carácter impulsivo cuando era niño me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi Maestro me vió dando excusas luego de una explosión de ira. Me llevó al salón y me entregó una hoja de papel liso y me dijo: "estrújala", asombrado obedecí e hice con él una bolita. Ahora, volvió a decirme, déjalo como estaba antes.
Por supuesto no pude dejarla como estaba. Por más que traté de alisar el papel, quedó lleno de pliegues y arrugas.
El corazón de las personas -me dijo- es como ese papel; la impresión que en ellos dejas será tan dificil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.
Y así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado.
Alguien dijo alguna vez: HABLA CUANDO TUS PALABRAS SEAN TAN SUAVES COMO EL SILENCIO.
Eduardo Settembrino
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